“Es una vergüenza aquello que hemos hecho hoy. Una vergüenza", “No somos un equipo, estamos
profundamente avergonzados” son solo algunos de los muchos titulares que retumbaron en
el Olímpico una vez finalizado el encuentro entre la Lazio y el Sparta de
Praga. El conjunto romano acababa de certificar un resultado de 0-3 en contra,
su segunda peor derrota en una competición europea. Y es que, octavo en liga, a
trece puntos de los puestos europeos, y eliminado de sendas competiciones
coperas (Coppa Italia y UEFA Europa League), la Lazio decía adiós a cualquier tipo
de objetivo recién rebasado el ecuador del pasado mes de marzo. Y ayer,
tras caer frente a la Roma, Stefano Pioli era cesado de su cargo como técnico
del equipo.
Keita Baldé se lamenta durante un partido esta temporada. Foto: www.sslazio.it |
Preparado con insistencia desde hace ya varias semanas, el concierto de
viento que inundó la atmósfera del sector laziale
nada más finalizar el Derby no es más que fruto del descontento que se ha ido
asentando. La escenificación de sus dos mayores tropiezos de la temporada; el europeo
frente al conjunto checo y ahora con la Roma de Luciano Spalletti, representan el actual momento por el que
atraviesa el conjunto laziale. Solo
han transcurrido unos meses desde que el equipo peleara hasta el último suspiro
con el Napoli de Rafa Benítez por el tercer y último puesto que da acceso a la
Champions en Italia y, sin embargo, son pocos los argumentos, por no decir
ninguno, que prevalecen de aquel proyecto que tanta ilusión consiguió despertar
en la parte azul del Estadio Olímpico. Pero el problema no trata de simples
temas burocráticos puesto que el regreso a la máxima competición europea se
convirtió en el mejor cebo para que las figuras más valiosas decidiesen
aguantar un año más, a la vez que algunos nuevos talentos del panorama europeo como
Ravel Morrison, Ricardo Kishna o Milinkovic-Savic eligieran a la Lazio como una
oportunidad para prosperar.
Un declive numérico y también futbolístico:
Si bien es cierto que la eliminación de la fase previa de la Champions
frente al Bayer Leverkusen significó que, sin terminar el mes de agosto, la
Lazio ya se hubiese visto desprovista del premio más valioso en referencia a su
anterior campaña, resulta cuanto menos llamativo que, como si la
desilusión se hubiese apoderado del colectivo, a estas alturas de temporada cualquier
registro es mucho peor en comparación al año anterior. El equipo de Stefano
Pioli, en la 2014/2015, su primer año de proyecto, acabó tercero en Serie A, cayendo
en la final de la Coppa Italia con la Juventus y encajando una
cuantía de 42 goles en su contra. Una cifra que, en la jornada 31 de esta
presente campaña, ya ha rebasado hasta situarse en los 61. Pero los números
también presentan disparidad si uno se centra en el estudio de sus registros a
favor, donde el equipo romano cerró el
pasado mes de mayo con un total de 88 goles marcados, 28 menos registra en la actual
edición. Porque antes o después, en el fútbol como en cualquier otro
deporte, resulta sencillo de entender que a una regresión de los números
siempre acompaña un empeoramiento del juego, y viceversa, esta recesión de
registros también se ha producido en el simple balance resultadista donde la
Lazio, a 7 partidos del final, ya acumula en Serie A las mismas derrotas (11)
que en las 38 jornadas del año anterior. 15, en el cómputo global de la actual 2015/2016.
Pero ahí no acaba todo. Una vez presentados los números que confirman que
la Lazio del momento es peor equipo que hace solo unos meses o, dicho de otra
forma, que ha perdido la competitividad característica de tiempos anteriores,
toca resolver la incógnita. ¿Qué le pasa a la Lazio? Las bajas de Radu, Basta y
De Vrij trastocaron los planes iniciales de Stefano Pioli hasta el punto de
que, en el pasado periodo invernal, la secretaría técnica se vio en la
obligación de hacerse con los servicios temporales del central Milan Bisevac. Conviene
añadir que los anteriores fichajes, los que llegaron en verano como remplazo a
las ventas de Lorik Cana y Michaël Ciani, han sido desde su llegada todo un
quebradero para Pioli. Siempre mal posicionado en las coberturas o en sus
movimientos para recuperar al espacio, la de Maurício es, sin lugar a duda, la
peor nota del engranaje. Procedente del Sporting de Portugal, el brasileño, más
físico que táctico, parece haber acusado algún que otro problema a la hora de
adaptarse al juego italiano y, esta temporada, ya ha sido expulsado hasta en
tres ocasiones; una de ellas, en la vuelta frente al Bayer Leverkusen. Por lo
que no resulta de extrañar que, a lo largo de las últimas semanas, y como sucedió ayer en el Derby, haya perdido el puesto en detrimento del kosovar
recién incorporado.
Senad Lulic (tras la eliminación de Europa League): "Cuando se deben recibir los silbidos, como esta tarde, debemos hacerlo todos juntos. Pero no todos nos hemos quedado sobre el césped. Solo 5-6 hemos decidido aguantar en el campo, el resto se ha refugiado rápidamente en el vestuario. Esto demuestra que no somos un equipo. Cuando se reciben los aplausos, lo hacemos todos; lo mismo es aplicable para los silbidos".
Pero sin muchas más piezas de recambio, la llegada de Bisevac como
acompañante del joven Hoedt tampoco parece estar siendo la solución a los
problemas defensivos del equipo biancoceleste.
La descoordinación reina en una pareja donde la lentitud del primero y la
inexperiencia del segundo se han convertido en un elemento de lo más incendiario
ante cualquier acción vertical por parte del contrario. Si bien el
experimentado Gentiletti no parece estar para mucho trotes, la zona de los
laterales supone otro de los mayores problemas para Pioli. A las ya mencionadas
bajas de Radu y Basta hay que sumar los últimos problemas físicos que arrastra
Konko, por lo que mantener a Lulic (sancionado durante el Derby) como lateral
izquierdo, Patric (el canterano del Barça, cuyas espaldas sufrieron de lo lindo
ante Digne y El Shaarawy) y el joven Seck parecen las soluciones más urgentes a
esta plaga de lesiones. Una cuantía de sucesos técnicos, tácticos y también
físicos que, arrastrados durante toda la temporada, ya sitúan a la Lazio como
una de las defensas más amenazas de la Serie A con 42 goles en 31 jornadas;
unos números muy lejanos a los 16 de la Juventus, los 27 del Napoli, o los 28
del Inter (los mismos que a estas alturas de la anterior temporada registraba
el equipo laziale, cuando, por
cierto, ocupaba la segunda posición de la tabla).
Keita Baldé, el único halo de esperanza:
Ya sea por izquierda, por derecha, por el centro, como titular o suplente,
hablar de Keita Baldé es hacerlo de uno de los puntos más positivos, quizás el
único, de la Lazio 2015/2016. Conocido desde hace tiempo como un agitador de
encuentros, la sensación que deja el de Arbucias cada vez que toca el balón es
de peligro. El mismo que algunos otros como Felipe Anderson y Antonio Candreva,
ya sea por problemas físicos, por el estado anímico del equipo o por algún que
otro motivo extradeportivo, parecen haberse olvidado de generar. Salvo, claro
está, el extremo viste con Italia. Protagonista en el aspecto ofensivo y
desequilibrante a la hora de encarar, el ‘14’ se ha convertido en la solución
–o al menos el disimulo– a muchos de los problemas anteriormente descritos.
Porque en una temporada en la que la defensa se ha vuelto lo más parecido a un
coladero, donde las lesiones no están permitiendo a futbolistas como Lucas
Biglia rendir con cierta regularidad, donde los extremos que el año pasado
maravillaron con su poderosa verticalidad este año apenas consiguen arrancar y
donde primero la lesión de Djordjevic y posteriormente la sequía de Klose están
sirviendo para que, al menos en la nota positiva, destaque Keita Baldé. El
extremo ya acumula 5 tantos esta temporada, por lo que se encuentra a solo uno
de igualar su mejor registro goleador, el de la temporada 2013/2014. A buen
seguro este verano numerosos equipos llegarán a la capital preguntando por el
joven de 21 años, pero entonces esa ya será otra historia para la Lazio. Por
ahora quedan siete largas jornadas para el final sin mayor distracción que la
llegada de Simone Inzaghi (hermano de Filippo) al banquillo del equipo.
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